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El 30 de septiembre de 1868, la escritora estadounidense Louisa May
Alcott dio a conocer una novela titulada “Mujercitas", a través de la
cual cautivó a lectores de todas partes del mundo con la historia de
cuatro hermanas que crecen durante la Guerra Civil que tuvo lugar en
Estados Unidos entre 1861 y 1865. Este libro que, con el paso del
tiempo, se convirtió en un clásico de la literatura, cuenta las
vivencias de los March, una familia marcada por las obligaciones
laborales. Mientras su padre está lejos del hogar sirviendo al ejército,
las hermanas Meg (una bella joven que trabaja como institutriz y se
destaca por ser la más responsable de las hijas), Jo (una apasionada de
la escritura que dedica su vida a ayudar a las personas carenciadas),
Amy (la más vanidosa y conflictiva) y Beth (quien se destaca por su
timidez y su talento para tocar el piano) conviven con su madre, una ama
de casa solidaria que intenta moldear la conducta y la moral de sus
descendientes. En ese contexto, las protagonistas comenzarán a mostrar
tanto sus virtudes como sus defectos y vivirán experiencias que les
permitirán crecer, madurar, conocer el amor, enfrentar situaciones
difíciles y conocer las presiones de la vida conyugal y del mundo
exterior. Cabe destacar que “Mujercitas", un relato creado a partir de
algunas experiencias personales de su autora, no sólo fue traducido a
una gran cantidad de idiomas sino que inspiró la puesta en marcha de
varios proyectos alejados del mundo literario. Little Women, como se
tituló en inglés, nos habla de cuatro historias particulares enmarcadas
dentro de un contexto difícil como fue el de la Guerra Civil de los
Estados Unidos. Publicada en 1868, Mujercitas se convirtió en todo un
éxito para la época, y sus secuelas no se hicieron esperar. Aquello que
Louise M. Alcott nos muestra es la vida de cuatro niñas de la ciudad de
Concord (Massachussets) que durante el transcurso de la historia el
lector verá convertirse en mujeres. Basada en las propias experiencias
de la autora, Alcott consigue conectar con los gustos del público de la
época sin renunciar a algunas transgresiones que hoy pueden pasar
desapercibidas. Hay que tener en cuenta que en aquellos años eran muy
populares los manuales para enseñar a las niñas y adolescentes a
convertirse en “señoritas". Los aleccionadores textos eran un compendio
de consejos y represiones varias, pero una lectura muy demandada por las
féminas. La autora sigue esta misma línea: las niñas, a través de las
lecciones de la vida, de las decepciones y de los éxitos, verán cómo sus
defectos de carácter (fuertemente marcados en la novela) se irán
limando hasta poder decir que se han convertido en mujeres maduras.
Dichos defectos constituyen el rasgo que las ata a la infancia y que no
deja que puedan crecer. Pero, al mismo tiempo que la autora juega con
los cánones de este tipo de literatura, también incluye algunos
elementos interesantes.El primero de todos es el hecho de crear un
universo femenino donde el elemento masculino es débil. Los hombres
nunca serán estandartes de autoridad, ni siquiera tendrán mucha voz. No
en vano el padre está ausente del hogar la mayor parte del tiempo,
estableciéndose todo un sistema de matriarcado donde las mujeres
gestionan su propia cotidianeidad. La escritora realiza una radiografía
de lo femenino, tal y como ella lo entendía. La Señora March, la madre,
es el elemento fuerte, la protectora moral y física de esa casa. La
hermana mayor, Meg, heredará los modelos de conducta adecuados para una
mujer, pero le perderá su mayor defecto: la vanidad. Beth es la víctima,
la niña frágil, enferma y callada. Amy es la más bella pero también la
más egoísta. Finalmente está Joe, la protagonista de la novela, que
sería aquella que más se asemeja a la propia autora. Intelectual,
decidida y apasionada, su defecto es el orgullo.Pese a ser tan
distintas, si algo tienen en común estas mujeres es su carácter
benefactor. Todas ellas estarán, en mayor o menor medida, relacionadas
con las obras caritativas de la ciudad de Concord. Así, Louise M. Alcott
confiere a su género la capacidad de hacer el bien, la legitimidad
moral en muchos casos (esa madre sabia). Pero también el privilegio, y
eso es un avance, de que ellas puedan ser contradictorias: buenas sí,
pero también egoístas, vanidosas, orgullosas y tímidas. Pese a ser una
novela que no profundiza en los sentimientos negativos y pese a tener
una buena dosis de religiosidad cristiana, Mujercitas no deja de ser un
paso adelante para la época en la que se escribió.